Sobre el blog

1) El siguiente sitio es una herramienta complementaria al curso de Sociología Temática 1, pero de carácter extracurricular y completamente opcional (esto implica que ninguno de los contenidos aquí presentados será requerido para las instancias evaluativas del curso).

2) El material es seleccionado y posteado por los/as docentes del curso 2010.

3) La motivación principal es proporcionar una herramienta interactiva de difusión de material considerado de interés como complemento para el curso en particular y el desarrollo del pensamiento crítico en general.

4) Será bien recibido todo tipo de comentario que deseen realizar a los sucesivos post, ya sea de carácter anónimo o personalizado (la actividad que se desarrolle dentro de este sitio tampoco será evaluada). También serán bien recibidas sugerencias de material para colgar.

5) ¡Qué lo disfruten!

25 de junio de 2010

¿QUÉ ES UN AUTOR?

por
Michel Foucault


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Creo que el siglo XIX en Europa produjo un tipo de autor singular que no debe ser confundido con los “grandes” autores literarios, o los autores de textos religiosos canónicos y los fundadores de las ciencias. De manera algo arbitraria, podríamos llamarlos “iniciadores de prácticas discursivas”.

La contribución distintiva de estos autores es que produjeron no sólo su propia obra, sino también la posibilidad y las reglas de formación de otros textos. En este sentido, su rol difiere completamente de aquel novelista, por ejemplo, quien, básicamente, nunca es más que el autor de su propio texto. Freud no es simplemente el autor de La interpretación de los sueños o de El chiste y su Relación con lo Inconsciente, y Marx no es simplemente el autor del Manifiesto Comunista o El Capital: ambos establecieron la infinita posibilidad del discurso.

Obviamente, puede hacerse una fácil objeción. El autor de una novela puede ser responsable de algo más que su propio texto; si él adquiere alguna “importancia” en el mundo literario, su influencia puede tener ramificaciones significativas. Para tomar un ejemplo muy simple, podría decirse que Ann Radclife no escribió simplemente Los Misterios de Udolfo y algunas otras novelas, sino que también hizo posible la aparición de Romances Góticos a comienzos del siglo XIX. En esta medida, su función como autora excede los límites de su obra.

Sin embargo, esta objeción puede ser refutada por el hecho de que las posibilidades reveladas por los iniciadores de prácticas discursivas (usando los ejemplos de Marx y Freud, quienes, creo, son los primeros y los más importantes) son significativamente diferentes de aquellas sugeridas por los novelistas. Las novelas de Ann Radclife pusieron en circulación un cierto número de semejanzas y analogías pautadas en su obra, varios signos, figuras, relaciones y estructuras que podían ser integradas a otros libros. En pocas palabras, decir que Ann Radclife creó el Romance Gótico significa que hay ciertos elementos comunes a sus obras y al romance gótico del siglo XIX: la heroína arruinada por su propia inocencia, la fortaleza secreta que funciona como ciudad paralela, el héroe proscrito que jura venganza al mundo que lo ha excomulgado, etc.

Por otro lado, Marx y Freud, como “iniciadores de prácticas discursivas”, no sólo hicieron posible un cierto número de analogías que podían ser adoptadas por textos futuros, sino que también, y con igual importancia, hicieron posible un cierto número de diferencias. Abrieron un espacio para la introducción de elementos ajenos a ellos, los que, sin embargo permanecen dentro del campo del discurso que ellos iniciaron.

¿No es éste el caso, sin embargo, del fundador de cualquier ciencia nueva o de cualquier autor que exitosamente transforma una ciencia existente? Después de todo, Galileo es indirectamente responsable de los textos de aquellos quienes mecánicamente aplicaron las leyes que él formuló; además de haber preparado el terreno para la producción de afirmaciones muy diferentes a las suyas. Superficialmente entonces, la iniciación de prácticas discursivas parece similar a la fundación de cualquier empresa científica, pero creo que hay una diferencia fundamental.

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En un programa científico, el acto fundacional se encuentra en pie de igualdad con sus futuras transformaciones: es meramente una entre las muchas que hace posible. Esta interdependencia puede adoptar distintas formas. En el desarrollo futuro de una ciencia, el acto fundacional puede parecer poco más que una única instancia de un fenómeno más general que ha sido descubierto. Podría ser cuestionado, en forma retrospectiva, por ser demasiado intuitivo o empírico, y sometido a los rigores de nuevas operaciones teóricas, a los efectos de situarlos en un ámbito formal. Finalmente, podría considerarse una generalización precipitada cuya validez debería ser restringida. En otras palabras, el acto fundacional de una ciencia puede ser siempre recanalizado a través de la maquinaria de transformaciones que ha instituido.

Por otro lado, la iniciación de una práctica discursiva es heterogénea con respecto a sus transfromaciones ulteriores. Ampliar la práctica sicoanalítica, tal como fuera iniciada por Freud, no es conjeturar una generalidad formal no puesta de manifiesto en su comienzo; es explorar un número de ampliaciones posibles. Limitarla es aislar en los textos originales un pequeño grupo de proposiciones o afrimaciones a las que se les reconoce un valor inaugural y que revelan a otros conceptos o teorías freudianas como derivados. Finalmente, no hay afirmaciones “falsas” en la obra de estos iniciadores; aquellas afirmaciones consideradas inesenciales o “prehistóricas”, por estar asociadas con otro discurso, son simplemente ignoradas en favor de los aspectos más pertinentes de su obra.

La iniciación de una práctica discursiva, a diferencia de la fundación de una ciencia, eclipsa y está necesariamente desligada de sus desarrallos y transfromaciones posteriores. En consecuencia, definimos la validez teórica de una afirmación con respecto a la obra del iniciador, mientras que en el caso de Galileo o Newton, está basada en las normas estructurales e intrínsecas establecidas en Cosmología o Física. Dicho esquemáticamente, la obra de estos iniciadores no está situada en relación con la ciencia o en el espacio que ésta define; más bien, es la ciencia o la práctica discursiva que se relaciona con sus obras como los puntos primarios de referencia.

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De acuerdo con esta definición, podemos entender por qué es inevitble que los practicantes de tales discursos deban “regresar al origen”. Aquí, además, es necesario distinguir el “regreso” de los “redescubriemientos” o las “reactivaciones científicas”. “Redescubrimientos” son los efectos de la analogía o el isomorfismo con formas actuales del conocimiento que permiten la percepción de figuras olvidadas u ocultas. “Reactivación” se refiere a algo muy diferente: la incersión del discurso en ámbitos totalmente nuevos de generalización, práctica y transformaciones.

La frase “regresar a”, designa un movimiento con su propia especificidad, que caracteriza a la iniciación de prácticas discursivas. Si regresamos, es debido a una omisión básica y constructiva, una omisión que no es el resultado de un accidente o incomprensión. En efecto, el acto de iniciación es tal, en su esencia, que está inevitablemente sujeto a sus propias deformaciones; aquello que expone este acto y deriva de él es, al mismo tiempo, la raíz de sus divergencias y parodias. Esta omisión deliberada debe estar regulada por operaciones precisas que pueden ser situadas, analizadas y reducidas a un regreso al acto de iniciación.

La barrera impuesta por la omisión no fue agregada desde el exterior; se origina en la práctica discursiva en cuestión, la que le aporta su ley. Tanto la causa de la barrera como el medio para su remoción -esta omisión- (también responsable de los obstáculos que impiden regresar al acto de iniciación) sólo pueden ser resueltos por medio de un regreso. Además, se trata siempre de un regerso al texto en sí mismo, específicamente, a un texto primario y sin ornamentos, prestando particular atención a aquellas cosas registradas en los intersticios del texto, sus espacios en blanco y sus ausencias. Regresamos a aquellos espacios vacíos que han estado cubiertos por omisión u ocultos en una plenitud falsa y engañosa.

En estos redescubrimientos de una carencia esencial, encontramos la oscilación de dos respuestas características: “Esta observación ha sido hecha, no puede evitar verla si sabe leer”, o a la inversa, “No, esa observación no está hecha en ninguna de las palabras impresas en el texto, pero está expresada a través de las palabras, en sus relaciones y en la distancia que las separa”. De ello resulta naturalmente que este regreso, que es una parte del mecanismo discursivo, introduce modificaciones constantemente y que el regreso a un texto no es un suplemento histórico que se adheriría a la discursividad primaria y la redoblaría bajo la forma de un ornamento que después de todo, no es esencial. Es más bien un medio efectivo y necesario para transformar la práctica discursiva.

Un estudio de las obras de Galileo podría alterar nuestro conocimiento de la historia, pero no de la ciencia de la mecánica, mientras que un reexamen de los libros de Freud o Marx puede transformar nuestra interpretación del sicoanálisis o del marxismo.

Una última característica de estos regresos es que tienden a reforzar el vínculo enigmático entre un autor y sus obras. Un texto tiene un valor inaugural precisamente porque es la obra de un autor particular y nuestros regresos están condicionados por este conocimiento. El redescubrimiento de un texto desconocido de Newton o Cantor no modificará la cosmología clásica o la teoría de grupos; a lo sumo, cambiará nuestra apreciación de sus génesis históricas. Sin embargo, sacar a la luz Esquema del Psicoanálisis, a tal punto que lo reconozcamos como un libro de Freud, puede transformar no sólo nuestro conocimiento histórico sino también el campo de la teoría sicoanalítica, ya sea solamente a través de un cambio en la focalización o a nivel medular. Estos regresos, componentes importantes de las prácticas discursivas, construyen una relación entre autores “fundamentales” y mediatos, que no es idéntica a aquella que liga un texto ordinario a su autor inmediato.

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Desafortunadamente, hay una decidida ausencia de proposiciones positivas en este ensayo ya que se refiere a procedimientos analíticos o directivas para investigaciones futuras, pero debo al menos dar las razones por las cuales atribuyo tanta importancia a la continuación de este trabajo. Desarrolllar un análisis similar podría proveer la base para una tipología del discurso. Una tipología de esta clase no puede ser entendida adecuadamente en relación con los rasgos gramaticales, las estructuras formales y los objetos del discurso ya que indudablemente existen propiedades discursivas específicas o relaciones que son irreductibles a las reglas de la gramática y de la lógica y a las leyes que gobiernan los objetos.

Estas propiedades requieren investigación si esperamos distinguir las grandes categorías del discurso. Las diferentes formas de relaciones (o la ausencia de éstas) que un autor puede asumir son evidentemente una de estas propiedades discursivas. Esta forma de investigación podría también permitir la introducción de un análisis histórico del discurso. tal vez ha llegado la hora de estudiar no sólo el valor expresivo y las transformaciones formales del discurso sino su modo de existencia: las modificaciones y variaciones, dentro de cualquier cultura, de los modos de circulación, valorización, atribución y apropiación. En parte a expensas de los temas y conceptos que un autor ubica en su obra, el “autor-función” podría también revelar la manera en que el discurso es articulado sobre la base de las relaciones sociales.

¿No es posible reexaminar, como una extensión legítima de este tipo de análisis, los privilegios del sujeto? Claramente, al emprender un análisis interno y arquitectónico de una obra (tanto sea un texto literario, un sistema filosófico o un trabajo científico) y al delimitar referencias sicológicas y biográficas, surgen sospechas concernientes a la naturaleza absoluta y al rol creativo del sujeto. Pero el sujeto no debería ser abandonado por completo. Debería ser reconsiderado, no para reestablecer el tema de un sujeto originador, sino para captar sus funciones, su intervención en el discurso y su sistema de dependencias.

Deberíamos suspender las preguntas típicas: ¿cómo un sujeto aislado penetra la densidad de las cosas y las dota de significado? ¿Cómo cumple su propósito dando vida a las reglas del discurso desde el interior?

Más bien, deberíamos preguntar: ¿bajo qué condiciones y a través de qué formas puede una entidad como el sujeto aparecer en el orden del discurso? ¿Qué posición ocupa? ¿Qué funciones exhibe? y ¿qué reglas sigue en cada tipo de discurso? En pocas palabras, el sujeto (y sus sustitutos) debe ser despojado de su rol creativo y analizado como una función, compleja y variable.

El autor, o lo que he llamado “autor-función”, es indudablemente sólo una de las posibles especificaciones del sujeto y, considerando transformaciones históricas pasadas, parece ser que la forma, la complejidad, e incluso la existencia de esta función, se encuentran muy lejos de ser inmutables. Podemos imaginar fácilmente una cultura donde el discurso circulase sin necesidad alguna de su autor. Los discursos, cualquiera sea su status, forma o valor, e independientemente de nuestra manera de manejarlos, se desarrollarían en un generalizado anonimato.

No más repeticiones agotadoras. “¿Quién es el verdadero autor?” “¿Tenemos pruebas de su autenticidad y originalidad?” “¿Qué ha revelado de su más profundo ser a través de su lenguaje?”. Nuevas preguntas serán escuchadas: “¿Cuáles son los modos de existencia de este discurso?” “¿De dónde proviene? ¿Cómo se lo hace circular? ¿Quién lo controla?” “¿Qué ubicaciones están determinadas para los posibles sujetos?” “¿Quién puede cumplir estas diversas funciones del sujeto?”. Detrás de todas estas preguntas escucharíamos poco más que el murmullo de indiferencia: “¿Qué importa quién está hablando?”

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Fragmento de “¿Wath is an author?” (1969), en Critical Theory since 1965, Hazard Adams y Leroy Searle (eds.), Florida State UP, Tallahassee, 1966 (138/148).



NO HAY CRÍTICA EPISTEMOLÓGICA SIN CRÍTICA SOCIAL.

"La sociología de la sociología, que permite movilizar en contra de la ciencia que se está estableciendo los conocimientos de la ciencia ya establecida, es un instrumento imprescindible del método sociológico: se hace ciencia - y sobre todo sociología - tanto contra su formación como con ella. Y sólo la historia puede librarnos de la historia. Así es como la historia social de la ciencia social, siempre y cuando se conciba a sí misma también como una ciencia de los inconsciente, es la gran tradición de epistemología histórica ilustrada por Georges Canguilhem y por Michel Foucault, es uno de los instrumentos más poderosos para desgajarse de la historia, es decir del influjo de un pasado incorporado o de un presente que, como el de las modas intelectuales, ya es pasado en el momento de su aparición. Si la sociología del sistema de enseñanza y del mundo intelectual me parece primordial es porque también contribuye al conocimiento del sujeto de conocimiento al introducir, más directamente que ningún análisis reflexivo, las categorías de pensamiento impensadas que delimitan lo pensable y predeterminan lo pensado: baste con evocar el universo de presupuestos, de censuras y de lagunas que toda educación superada con éxito hace aceptar e ignorar, trazando el círculo mágico de la suficiencia desnuda en la que las escuelas de élite encierran a sus elegidos. No hay crítica epistemológica sin crítica social".
Pierre Bourdieu, "Lección sobre la lección"
(Lección inaugural en el College de France, 1982).


"El motor - lo que a veces se llama la motivación - no está en el fin material o simbólico de la acción, como afirma el finalismo ingenuo, ni en las imposiciones del campo, como afirma la visión macenicista. Está en la relación entre el habitus y el campo que hace que el habitus contribuyaa a determinar lo que lo determina. Sólo existe lo sagrado, para el sentido de lo sagrado que sin embargo encuentra lo sagrado como trascendencia plena. Lo mismo vale para cualquier especide de valor. La illusio en el sentido de inversión en el juego sólo se vuelve ilusión, en el sentido originario de acción de engañarse a sí mismo, de diversión - en el sentido de Pascal - o de mala fe - en el sentido de Sartre -, cuando se aprehende el juego desde fuera, desde la perspectiva del espectador imparcial que nada invierte en el juego ni el los envites. Esta perspectiva de extranjero que se ignora lleva a ignorar que las inversiones son ilusiones bien fundadas. En efecto, a través de los juegos sociales que propone, el mundo social proporciona a los agentes mucho más y otra cosa que los envites aparentes, que los fines manifiestos de la acción: la caza cuenta tanto como la presa, sino más, y hay un beneficio de la acción que excede los beneficios explícitamente perseguidos, salario, premio, recompensa, trofeo, título, función, y que consiste en el hecho de salir de la indiferencia, y de afirmarse como agente actuante, que se toma el juego en serio, que está ocupado, habitante de un mundo habitado por el mundo, proyectado hacia unos fines y dotado, objetivamente, por lo tanto subjetivamente, de una misión social. Las funciones sociales son ficciones sociales.
(...)
Abocado a la muerte, este fin que no puede ser tomado como fin, el hombre es un ser sin razón de ser. Es la sociedad, y sólo ella, quien dispensa, en rgados diferentes, las justificaciones y las razones de existir; ella es la que, al producir las posiciones o los asuntos llamados "importantes", produce los actos y los agentes considerados "importantes", para sí mismos y para los demás, personajes objetiva y subjetivamente seguros de su valor y, con ellos, a salvo de la indiferencia y de la insignificancia."
Pierre Bourdieu, "Lección sobre la lección"
(Lección inaugural en el College de France, 1982).



  Goya

A pedido del público, ponemos a disposición el link para descargar la versión completa del documental sobre Bourdieu que proyectamos en clase:
"La sociología es un deporte de combate"

22 de junio de 2010

PROYECCIÓN Y DEBATE: MIÉRCOLES 23 - 18 HORAS

Con motivo de nuestro último encuentro realizaremos una clase abierta con proyección y posterior debate. El eje del encuentro será la propuesta teórica del sociólogo francés Pierre Bourdieu, su intento de superar la fundacional dicotomía sociológica entre individuo-sociedad y la importancia del concepto de habitus en dicho emprendimiento. A partir de aquí podremos trazar una comparación con el planteo teórico de Anthony Giddens y discutir las críticas que se podrían realizar desde las teorías racionalistas vistas en el curso.

Otto Dix

Proyección:
La Sociología como un deporte de combate (documental sobre Pierre Bourdieu)
Debate:
 Dr. Francisco Pucci (responsable del curso), Profa. Florencia Dansilio, Profa. Cecilia Reolón y como invitado el Prof. Nicolás Trajtenberg.

7 de junio de 2010

RATIONAL CHOISE

"Los hombres emprenden juntos una empresa en pos de una ventaja particular y con el fin de obtener algo que es necesario para las finalidades de la vida y la asociación política"
Aristóteles (Ética)


Ponemos a disposición algunos materiales de Jon Elster, uno de los actuales expositores de la Teoría de la Elección Racional. Elster es un teórico social y político nacido en Noruega, que obtuvo su doctorado en la Universidad Sorbonne de Paris con una tesis sobre Marx bajo la tutoría de Raymond Aron. Actualmente preside la cátedra de Racionalidad y Ciencias Sociales en el College de France y profesor de ciencia política y filosofía en la Universidad de Columbia.

Material 1: Versión on line del libro "Sobre las pasiones: emoción, adicción y conducta humana" (1999)

2 de junio de 2010

JEAN BAUDRILLARD: ENSAYO SOBRE LO REAL

EL CRIMEN PERFECTO
JEAN BAUDRILLARD

Esto es la hitoria de un crimen, del asesinato de la realidad. Y del exterminio de una ilusión, la ilusión vital, la ilusión radical del mundo. Lo real no desaparece en la ilusión, es la ilusión la que desaparece en la realidad integral.

Si el crimen fuera perfecto, este libro también debería ser perfecto, ya que quiere ser la reconstrucción del crimen.
Desgraciadamente, el crimen jamás es perfecto. Además, en este libro negro de la desaparición de lo real no han podido ser descubiertos ni los móviles ni los autores, y no se ha encontrado nunca el cadáver de lo real.
Tampoco se ha podido descubrir jamás la idea que preside este libro. Era el arma del crimen.

Si bien el crimen nunca el perfecto, la perfección, como su mismo nombre lo indica, siempre es criminal. En el crimen perfecto, el crimen es la propia perfección, de la misma manera que, en la transparencia del mal, el mal es la propia transparencia. Pero la perfección siempre es castigada: el castigo de la perfección es la reproducción.
¿Posee este crimen circunstancias atenuantes? Seguro que no, ya que éstas siempre hay que buscarlas en los móviles o en los autores. Ahora bien, este crimen carece de motivación y de autor, y es, por tanto, absolutamente inexplicable. Ahí reside su auténtica perfección. Pero, claro está, desde el punto de vista conceptual, es más bien una circunstancia agravante.

Si las consecuencias del crimen son perpetual, es que no hay asesino ni víctima. Si existiera alguna de las dos cosas, un día u otro se despejaría el secreto del crimen, y se resolvería el proceso criminal. El secreto, finalmente, consiste en que uno y otro se confundan: "En último término, el asesino y la víctima son una misma persona. Sólo podemos concebir la unidad de la raza humana si podemos concebir, en todo su horror, la verdad de esta equivalencia esencial" (Éric Gans).

En último término, el objeto y el sujeto son lo mismo. Sólo podemos entender la esencia del mundo si podemos entender, en toda su ironía, la verdad de esta equivalencia radical.

(Prámbulo del libro).


"Encontró el punto de Arquímedes, pero lo usó contra sí mismo; parece que sólo se le permitió encontrarlo con esta condición"
FRANZ KAFKA